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10 febrero 2011 4 10 /02 /febrero /2011 22:09

Hace ya cosa de un mes empezaron a llegar los PCRs a la sede de ESF en El Salvador. Los primeros en llegar fueron un tal Álvaro, un geólogo riojano descendiente de moradores de la ilustrísima villa de Ventrosa de la Sierra, y Sebas, un forestal de Alfarràs más de campo que las amapolas. El Hombre Tranquilo. Más adelante dos ingenieros más, industrial e informático, David y Gerard, Zipi y Zape, procedentes de Barna capital. El último en llegar fue un aparejador mallorquín de la sede de Baleares, el quinto elemento, El Niño Maíz.

 

Así como llegaban se les fue asignando a las diferentes contrapartes y tareas de ESF. Álvaro partió a trabajar con ADES el departamento de Cabañas (donde se encuentra el conflicto con la minería), El Hombre Tranquilo fue destinado a la capital de La Paz, Zacatecoluca, a colaborar con Madre Cría, la más reciente contraparte de ESF por estos lares. Los otros tres ingenieros sin fronteras y sinvergüenzas, están en Zaragoza, departamento de La Libertad, colaborando con ACUA.

 

Pese a lo variopinto de sus destinos la labor de todos es común: apoyar en el levantamiento de datos para El Plan Director, bien conocido por todos. Bueno, El Quinto Elemento también está con algún topográfico por ahí por Cuyanigua lugar cercano a algún punto de caliente de la tierra, seguro.

 

La planificación de cada contraparte para los levantamientos es diferente pero el día a día de todos es similar. Por la mañana prontito van hacia el campo, al caserío de turno, a entrevistarse con la comunidad si es el levantamiento social, o a recorrer todos sus alrededores para localizar y describir sus fuentes, si es el técnico. En ocasiones, cuando el tiempo lo permite, se hacen los dos levantamientos, uno a la mañana y otro a la tarde. Esos días si duermen a gusto los PCRs.

 

Así, por regla general, a no ser que alguno de ellos vaya a visitar las sede de la contraparte donde trabaja alguno de los otros, es el viernes cuando se reencuentran en San Salvador y comentan la semana. Platican, siempre tranquilos, y hacen alguna salida a conocer el país, su historia, su gente, su gastronomía y naturaleza. En algunas de estas ocasiones, como andan un poco perdidos los zagales, papá y mamá, Quique y Cristina, los sacan de paseo. Hace un par de semanas (un par mallorquín) los sacaron a dar una vuelta por el centro, con El Hombre Tranquilo en el maletero sin decir ni mu, explicándoles capítulos de la historia del país en los lugares donde sucedieron.

 

Se empezó en el Parque Cuscatlán, donde un mural hace un recorrido por el siglo XX, pura represión. Desde la matanza de indios de principios de siglo (de los pocos que habían dejado los españoles) hasta los acuerdos de paz de 1992 que terminaron con la guerra civil de 12 años. Seguido del mural se pueden leer los nombres y apellidos de cerca de 30.000 civiles cuya muerte o desaparición durante la guerra ha sido documentada, se calcula que son solo la mitad del total. Es el Monumento a La Memoria y La Verdad.

 

Pero como toda la historia es mucha, como muchos han sido los exterminios masivos, os contaremos resumidamente hoy un pedacito del cuento de pocas o ninguna hada, desde una masacre a otra. De la del 32 a la del 80.

 

Desde 1876, ya siendo República de El Salvador, Rafael Zaldívar, jefe de estado, elimina las tierras comunales otorgándole la propiedad de la tierra a unos pocos terratenientes que pasaron a dominar el país con sus monocultivos de café, principal y casi única actividad económica durante mucho mucho tiempo. Esto produjo un gran malestar en los sectores más pobres de la sociedad entre ellos los indígenas. En 1932, ya creado el Partido Comunista de El Salvador (PCS) se formó una revuelta indígena apoyada por este. Esta insurrección fue aplastada antes de que se produjera. Se asesinó a entre 20.000 y 30.000 personas, la gran mayoría indígenas, ahorcando a los principales líderes de la misma y fusilaron a Farabundo Martí, todo obra del militar Maximiliano Hernández Martínez, el que mandaba por entonces.

 

Durante los siguientes años se fueron sucediendo gobiernos militares que reprimían cualquier protesta del pueblo por reclamar sus derechos fundamentales. Solo durante la década de los 50 se sucedieron un par de gobiernos liberales que duraron lo mismo que la bonanza económica del país producida por los altos precios del café. Luego, fraudes electorales, prohibición del PCS y más represión que se recrudeció aún más en los 70. En este chiquito país se perseguía también al monstruo comeniños del comunismo, como en el resto del mundo, en eso que se llama La Guerra Fría, siempre con el apoyo de los EEUU.

 

A finales de los 70, el entonces obispo de San Salvador, Monseñor Óscar Romero, se decantó por el bando del pueblo, de defender sus derechos básicos, siguiendo el evangelio de Jesús y no el de la Santa Iglesia de El Vaticano, dentro de lo que se llama la Teología de la Liberación, la que ha sido llamada como la corriente revolucionaria del cristianismo. Monseñor, “San Romero de América”, fue visto como un enemigo por el gobierno militar de turno por apoyar el mismo ideario que los grupos revolucionarios que se creaban en la época para derrocarlo. Estaba cantado que lo iban a eliminar. Ya el mismo Monseñor lo sabía por aquel entonces. En sus homilías se podían escuchar frases que se han hecho míticas como “Si muero, resucitaré en el pueblo”. Y murió. Asesinado a sangre fría en el altar durante una misa en la capilla de La Divina Providencia en una operación militar dirigida por Roberto d’Aubuisson, que justo después del magnicidio fundaría el partido ultraconservador ARENA, partido que ha gobernado el país los últimos 17 años. Y resucitó en el pueblo, dándole fuerzas para unirse contra el opresor.

 

Oscar Anaulfo Romero fue asesinado el día 24 de Marzo de 1980. Ahora se cumple el 30 aniversario de su muerte. Este sábado, los PCRs y sus papis, acudían a su vigilia en la plaza frente a la catedral de San Salvador donde está enterrado el padre. Un acto en el que obispos de varios puntos del mundo, sobre todo de América latina, se reúnen para hacer una misa en su honor, pero no una misa cualquiera. Durante la misa se leyeron cartas de diferentes defensores de la Teología de la Liberación reclamando lo mismo que reclaman los sectores más liberales de la sociedad mundial, igualdad de género, protección del medio ambiente, reparto de la riqueza… Y a esto le siguieron unos cuantos conciertos de músicos del folklore latinoamericano, de canción protesta. Hasta el amanecer con Monseñor Romero.

 

El asesinato de Romero junto con la masacre del Río Sumpul en la que murieron más de 600 civiles a manos de los ejércitos de Honduras y El Salvador que los rodeaban, fueron la gota que colmó el vaso de la represión sangrienta sufrida durante tantos años por el pueblo salvadoreño. La gota que colmó la paciencia y dio fuerzas a todos los grupos revolucionarios del momento. Los cinco principales se unieron bajo el nombre de Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), la guerrilla que batalló por 12 años hasta conseguir la victoria del pueblo.

Durante el multitudinario funeral de Óscar Romero en una abarrotada plaza de la catedral donde acudieron líderes religiosos de toda América latina y líderes de las facciones revolucionarias del país, miembros de la guardia nacional apostados en las azoteas de los edificios que envuelven la plaza comenzaron a disparar contra el público presente en uno de los actos más crueles y despreciables que se conocen. Que se conocen y que se pueden ver por youtube.

 

El terror se apoderó de la plaza y de su gente formando montoneras de personas huyendo despavoridas, heridos y cadáveres.

En esa plaza terminó el recorrido. Esa plaza frente a la catedral que tanto dolor y miedo acogió, la plaza Gerardo barrios, recibiendo odio y exterminio desde los antepechos de las fachadas de los edificios colindantes. Sobrecoge. Si uno se queda callado, ahí, en medio del bullicio diurno, se siente el miedo del pueblo. Se sienten los llantos todavía.

Romero vive, la lucha sigue.

 

El niño Maíz.

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